lunes, 5 de diciembre de 2016


Jlfg – pág. 399

    Si nos quedamos sin esperanza caemos en la resignación. Bienaventurados los cultivadores y portadores de esperanza porque el mundo agoniza de pesimismo. Muchos se sienten como en una gran prisión…, que la menos, mentalmente hay que pensar disitinto.



    Muchas veces vemos problemas donde no los hay. Se trata de como interpretamos los hechos.  Y todo tiene más de una lectura; está  en uno cual elegir. Solamente que para eso hay que ser libre y no dependiente de las opiniones de otros.



    El que no quiere o no puede orar, que medite; el que no quiere meditar, que contemple…  o al menos haga algo que le sirva para conocerse a sí mismo y recapacitar. Lo peor que nos puede pasar es que la aplanadora de la publicidad nos cosifique (vuelva cosas).



    El paso del tiempo  es  en vano si en uno no hay cambios… porque nuestro perfeccionamiento o evolución es ilimitado, solo frenado por la desidia y el conformismo. Por lo menos, quienes no quieren caminar no impidan que otros lo hagan.



    Lo más bello es el equilibrio. Nada estático, todo en movimiento. Pero sin atropellos ni ventajismos. Mucho menos traiciones y deslealtades…. ¡Cuánto tenemos que aprender de la naturaleza para aprender a ser humanos y no barbaros!



   La vida no termina nunca…, uno la termina con el odio, el resentimiento, la indiferencia y la avaricia. Entonces, la vida no encuentra cauces por donde correr como un rio hacia la inmensidad y la eternidad.



   Lo extraordinario no está en raro sino en lo cotidiano. La cotidianidad es solamente la piel que cubre lo maravilloso…, pero cuantos no traspasan esa piel y viven quejándose que todos los días es lo mismo.



     Ver es contemplar; mirar es no ver. La contemplación requiere disminuir tu ego para que crezca en toda su inmensidad y riqueza el otro…, simplemente por ser otro; sin exigencia alguna que tiene que ser extraordinario o especial.

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