Jlfg – pág. 399
Si nos quedamos
sin esperanza caemos en la resignación. Bienaventurados los cultivadores y
portadores de esperanza porque el mundo agoniza de pesimismo. Muchos se sienten
como en una gran prisión…, que la menos, mentalmente hay que pensar disitinto.
Muchas veces vemos
problemas donde no los hay. Se trata de como interpretamos los hechos. Y todo tiene más de una lectura; está en uno cual elegir. Solamente que para eso hay
que ser libre y no dependiente de las opiniones de otros.
El que no quiere o
no puede orar, que medite; el que no quiere meditar, que contemple… o al menos haga algo que le sirva para
conocerse a sí mismo y recapacitar. Lo peor que nos puede pasar es que la
aplanadora de la publicidad nos cosifique (vuelva cosas).
El paso del tiempo
es en vano si en uno no hay cambios… porque
nuestro perfeccionamiento o evolución es ilimitado, solo frenado por la desidia
y el conformismo. Por lo menos, quienes no quieren caminar no impidan que otros
lo hagan.
Lo más bello es el
equilibrio. Nada estático, todo en movimiento. Pero sin atropellos ni
ventajismos. Mucho menos traiciones y deslealtades…. ¡Cuánto tenemos que
aprender de la naturaleza para aprender a ser humanos y no barbaros!
La vida no termina
nunca…, uno la termina con el odio, el resentimiento, la indiferencia y la
avaricia. Entonces, la vida no encuentra cauces por donde correr como un rio
hacia la inmensidad y la eternidad.
Lo extraordinario
no está en raro sino en lo cotidiano. La cotidianidad es solamente la piel que
cubre lo maravilloso…, pero cuantos no traspasan esa piel y viven quejándose que
todos los días es lo mismo.
Ver es
contemplar; mirar es no ver. La contemplación requiere disminuir tu ego para
que crezca en toda su inmensidad y riqueza el otro…, simplemente por ser otro;
sin exigencia alguna que tiene que ser extraordinario o especial.
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