domingo, 11 de diciembre de 2016


Jlfg – pág. 407

    Lo peor que le puede ocurrir a un País es elegir a presidentes a empresarios…., porque el País no es una empresa, es un Estado;  por lo tanto, requiere de estadistas: personas que no sean esclavas del dinero ni crean que en la vida están para hacerse más y más millonarios. La principal riqueza de un País es su gente, no son sus recursos. Y desarrollo no es crecimiento de PIB  ni per cápita sino desarrollo de su cultura y de su humanidad. No darse cuenta de esto (tan básico) es permanecer en la senda de la mayor locura de la historia.



    A la  Democracia le arrebatan  su esencia cuando no forma ciudadanos para que piensen como tal, sino que otro sistema extraño a la política  se apodera de ella, y  anula al ciudadano a cambio del cliente; y para peor, consumista. Resultado: a cargos públicos llegan “rostros” de la farándula y personeros del Mercado; es decir, su garantía es la fama y el dinero. ¿Sirve esto para cuidar y construir la ciudad para los ciudadanos y no para los negocios de las inmobiliarias?



      El dinero hecho a costa de los seres vivos es un dinero maldito; es decir, que no trae bendición para nadie sino solamente muerte.  Esto explica porque los valores se han arrojado al canasto de la basura y en su lugar se han levantado edificios de antivalores, como: lo que importa es el éxito…, y no importa cómo; y entre más rápido, mejor.



                El sistema más exitoso para la construcción de cárceles y crear esclavos ha llegado a ser  el Mercado (incluso en contra del pensamiento de quienes lo idearon como sistema). Su sofisticación es tal que toda su perversión la reviste y vende como el mejor invento de la historia… incluso ensenando en las Universidades que el ser humano es egoísta por naturaleza, por lo tanto, tiene el sistema de mercado para entrar a su propia cárcel y perder su libertad.



                El problema no es que falte sino que sobra: hay mucho dinero, hay muchos objetos, hay muchas religiones, hay muchos partidos, hay muchos ejércitos y armas, hay mucha corrupción, hay mucho negocio de la educación, hay mucha contaminación… entonces ¿Qué hacer? Por menos, no continuar en la misma dirección.



                Hay muchas enfermedades que se podrían evitar solamente tomando agua…, pero agua natural, no tratada ni adulterada con colores y sabores. Sin embargo, la enajenación es tal que ya no conoce límites, y se afirma: “vendemos veneno pero a nadie se le obliga a comprarlos y consumirlos”.

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