sábado, 10 de diciembre de 2016


Jlfg – pág. 405

    El dictador más grande es el dinero; esclaviza al que lo tiene y al que no lo tiene.  Y lo peor de todo es que no tiene ningún valor… todo es simbólico (nominal)… por eso así como se construyen montanas d capitales financieros, así se desmoronan en una abrir y cerrar de ojos también. Esas frases: “sin dinero no se puede hacer nada”; y “con dinero todo se compra”, no solo son nocivas sino que también son falsas… porque es tanto lo que impide hacer, y nada de lo verdaderamente importante se puede adquirir con él.



    Ir por la vida sin mirar a nadie y sin dejarse mirar por nadie: es un infierno.  Porque así se manda al carajo lo que es la esencia del ser humano: ser un ser social.  Paradójicamente las ciudades han llegado a ser los lugares más inhabitables e incomunicables que se pueda imaginar.  



     Algunos creen que el orgullo sirve para algo…, pero no sirve para nada porque todo lo distorsiona:  A si mismo lo hace creer lo que no es; al otro lo ve en menos de lo que es… o sea, hace corto circuito por todas partes y en todo momento.



    Nuestros errores nos sirven solo cuando los reconocemos. Es decir, cuando rectificamos. Sin embargo, a más de alguno le cuesta reconocer, y entonces, su empecinamiento le juega en contra, volviéndolo más necio. Los errores son las grandes oportunidades para cambiar.



   El bello tiempo de Navidad y año nuevo pierden su encanto cuando se reduce a comprar, vender y regalar cosas. Es decir, cuando el mercado hace de las suyas, y todo lo lleva a sus arcas. Lo más importante es la revisión, actualización, rectificación y abrazo de proyectos conjuntos donde estén presentes los otros como personas y no como cosas.



    Uno tiene derecho a sentirse feliz solo cuando nadie ha perdido su felicidad por su causa… y se puede ser causa de la perdida de la felicidad del otro u otros, por acción como por omisión; es decir, por lo que se hace y por lo que se deja de hacer por ellos. Ignorar esta dimensión de la felicidad ha llevado a que casi nadie es feliz hoy día.



    Es un error de los no creyentes ponerse como referente a los creyentes, olvidando que estos son quienes hacen el peor daño a la fe; o sea, si uno no quiere creer en Dios, le basta con ver a los que dicen creer en El. Solo que este tipo de contradicciones no se solo en ese campo sino en los más diversos, como la familia, la empresa, la política, el grupo, la comunidad… somos seres demasiado imperfectos que solo hay espacio para la misericordia.

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