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La generación
actual sigue reclamando igualdad vs. Jerarquización; lo cual está muy bien. Solo que unos y otros no tenemos que olvidar
que la igualdad no anula la diversidad. Al seguir siendo diversos, ha de estar
presente la tolerancia, el respeto muto, y el mutuo aprendizaje.
La
Tierra tiene derechos, anteriores a los nuestros. Cuando alcancemos a convivir respetándonos
mutuamente, entonces, seremos seres vivos todos. Algo se puede avanzar hacia allá
si salimos del estado de dormición.
El
pasado solo podemos interpretarlo; más no conocerlo. De ser así, no habría espacio
para dogmatismos ni guerras ideológicas. Sino que se concordaría en optar por
la convivencia pacífica y constructiva asumiendo la diversidad como condición
humana natural.
Una
vida sin meta es una existencia perdida. Imponerlas es un error; descubrirlas,
un verdadero milagro a partir del cual se puede generar una vida plena,
personal y socialmente exitosa. De ese éxito casi desconocido: que no se sirve
ni atropella a los otros.
Todo
ser es infinito, pero al humano le da pánico solo pensarlo. Lo que es un misterio
lo siente como una amenaza; entonces, consciente o inconscientemente, da la
espalda a la luz y opta por una existencia gris.
Cuando
recobremos la comunicación humana estaremos en el punto de partida correcto.
Ese tipo de comunicación se caracteriza porque por sobre todo “escucha”. No se
impone ni enseña: aprende… y brinda al otro valor, aprecio y acogida para que
exista como tal.
Si solo
se comprendiera que no se trata de poner la confianza en otro sino en sí mismo,
entonces, se evitaría tanta decepción, dispersión y desengaños. Para ello hay que descifrar los cantos de
sirenas del palabrerío engañoso y manipulador.
Pretender
educar sólo con palabras es tiempo perdido, porque lo que enseña es lo que se muestra. “¿quieres saber qué hay
hacer? Mira lo que hago.” Entonces, hasta sobran las palabras.
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