lunes, 7 de noviembre de 2016


Jlfg-pag. 388

                Pareciera que no hay nada más breve que la vida; que no vale la pena perderse en detalles, sino hacer de los detalles lo más solemne y grandioso en todo tiempo y lugar… y así, jamás se conocerá eso que llaman rutina.



                Cuando a la ciudadanía le imponen candidatos presidenciables no es democracia… será “individuocracia” o algo así…., y que al final, son los gobiernos de los grandes centros de poder económico que controlan la Democracia.



                Desgraciadamente pareciera que son bastantes los que van por la vida movidos por energías reactivas y no propositivas…., eso los lleva a ser más propensos a destruir que a construir. Y como agravante, se lo creen que eso es lo mejor, o por lo menos, lo normal.



                Basta ya de conformarse con ser seres racionales; mucha falta hace de contar con seres emocionalmente sanos: que no se hagan daño a sí mismos y tampoco lo hagan a los demás a quienes ven solamente como culpables de lo que les ocurre y hasta de lo piensan.



                La sociedad produce seres de acuerdo a su medida. Por eso, más que condenar a individuos debería preguntarse: ¿Por qué crea esos individuos? Y tener el coraje de ver en ellos el reflejo de lo que ella es.



                En realidad, la contaminación espiritual es anterior y peor a la contaminación ambiental. Así, todos los parches que se inventan para atajar ésta terminan siendo inútiles porque aquella sigue generando el nuestro ecocidio.



                Si la humanidad fuera libre otro mundo tendríamos; éste es el fruto de una humanidad prisionera y esclava de la sinrazón. Como especie nos han inducido a ser más irracionales que los animales…, y para no recapacitar se usa la droga de la vida en forma de vorágine.



                Es por lo menos una canallada decirla al otro “esfuérzate por ser feliz” si no se le provee de los factores necesarios para lograrlo; y peor todavía, si se los arrebata, privándoles de un derecho fundamental que quedara en cenizas. No se tendría que olvidar nunca que la propia felicidad tiene como fuente la de los otros.




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