domingo, 20 de noviembre de 2016


Jlfg- pág. 393

            No se trata de ser inteligentes sino sensatos. Porque para hacer daño, destruir, mentir… también se necesita ser inteligente; en cambio, la sensatez es un freno a las ambiciones, un muro para los vicios, un cauce para las virtudes.



            El motor que mueve la existencia del hombre es la búsqueda de sí mismo. Afán que perdura hasta su último aliento y no lo consigue. Más ese no es su drama sino solamente haber vivido sin haberse encontrado en el otro.



            Para comprender hay que silenciar el egoísmo; porque este todo lo deforma y lo vuelve a su medida…, sin importarle lo que el otro piensa, siente o dice. El egoísmo es como una lápida que todo lo sepulta, comenzando por su propia víctima.



            No se trata de ir al cielo sino de ir a la tierra. Hay ideologías que solo hablan del cielo y ni una palabra de la tierra: es como cerrar los ojos para no ver que todo se está quemando.

           

            Envejecer sin ser sabio es haber perdido el tiempo. La sabiduría se muestra en la forma de tratarse a sí mismo y de tratar a los demás. Sin arrebatos ni menosprecios a granel, sino siempre con amabilidad, valoración y admiración por el otro.



            La verdadera riqueza no consiste en conquistar al otro, sino en conquistarse a sí mismo. Esto consiste no en destruirse sino en aceptarse y quererse tal como se es: sin alteraciones orgullosas ni autoflagelaciones para caerle bien a los otros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario