Jlfg- pág. 393
No se trata de ser inteligentes sino sensatos. Porque
para hacer daño, destruir, mentir… también se necesita ser inteligente; en
cambio, la sensatez es un freno a las ambiciones, un muro para los vicios, un
cauce para las virtudes.
El motor que mueve la existencia del hombre es la búsqueda
de sí mismo. Afán que perdura hasta su último aliento y no lo consigue. Más ese
no es su drama sino solamente haber vivido sin haberse encontrado en el otro.
Para comprender hay que silenciar el egoísmo; porque este
todo lo deforma y lo vuelve a su medida…, sin importarle lo que el otro piensa,
siente o dice. El egoísmo es como una lápida que todo lo sepulta, comenzando
por su propia víctima.
No se trata de ir al cielo sino de ir a la tierra. Hay ideologías
que solo hablan del cielo y ni una palabra de la tierra: es como cerrar los
ojos para no ver que todo se está quemando.
Envejecer sin ser sabio es haber perdido el tiempo. La sabiduría
se muestra en la forma de tratarse a sí mismo y de tratar a los demás. Sin
arrebatos ni menosprecios a granel, sino siempre con amabilidad, valoración y admiración
por el otro.
La verdadera riqueza no consiste en conquistar al otro,
sino en conquistarse a sí
mismo. Esto consiste no en destruirse sino en aceptarse y quererse tal como se
es: sin alteraciones orgullosas ni autoflagelaciones para caerle bien a los
otros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario