viernes, 18 de noviembre de 2016




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                No vivir entre envidias, rencillas, traiciones, hipocresías… no sería vivir en este mundo. De lo que se trata es de ser diferentes, o mejor dicho, lo opuesto; y no cansarse de resistir, perdonar y perseverar en el camino del bien.



                Las concentraciones de poder más que beneficiosas son perjudiciales…, no por el poder en si sino por la debilidad de los seres humanos que se olvidan de lo que son y se llenan de ilusiones de lo que no son ni pueden llegar a ser.

               

                Muchos de los estados de ánimo alterados, y diversos desequilibrios de los niños son una transmisión o contaminación de los estados emocionales nocivos de los mayores que les rodean. Por lo tanto, no es el pez el del problema sino el agua.

                La libertad se conquista  con sacrificio; la esclavitud, con libertinaje.  En nuestros días con demasiada frecuencia se confunde una con la otra, y las consecuencias están a la vista. Cuando  renuncia al derecho de ser libres, la persona se entrega al peor postor.



                El ser humano es feliz solo cuando es responsable. En la irresponsabilidad, la felicidad se diluye.  Esto explica porque tantas personas ni se encuentran a sí mismas ni con los otros… y la vida es lo que no debería ser.



                La rutina no solo destruye la creatividad  sino también la vida. Es un oxido que corroe la esencia del ser, dejándolo sin s esencia. Al parecer no se toma demasiado en serio la rutina, y hasta se juega a ella pensando que es divertido…, pero es jugar con veneno.



                Toda destrucción de lo otro es una destrucción de sí mismo. Algo tan obvio se logró sacarlo del cerebro humano, y en su lugar poner lo contrario: “quieres ser más… entonces destruye sin miramiento alguno”… así, pequeños grupos de la especie humana se han convertido en los más depredadores del planeta, dejado a su paso, muerte y destrucción.



                Plantemos árboles, reguemos plantas, no hagamos de la tierra nuestro basurero, sino nuestro hogar. Por desgracia, así como nos tratamos a nosotros mismos, tratamos a los demás. Si no cambiamos nuestra mentalidad, no van a cambiar nuestros hábitos.

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