domingo, 20 de noviembre de 2016

jlfg- pág.. 392

Las plantas, los animales, el agua y aire limpios…, hacen de esta tierra un paraíso; en cambio, la acumulación de montañas de dinero y los rascacielos de emporios de capitales financieros y especulativos han vuelto de esta tierra un infierno con muchedumbres de esclavos.



            La tierra no está solo para mirarla, mucho menos, para ignorarla; ella está cual vientre para ser fecundado por el trabajo de nuestras manos, la inteligencia y el amor de nuestro corazón. Quien no ama la tierra no es humano.



            El verdadero aprendizaje no se encuentra en las aulas sino entre las espinas del camino de la vida: donde hay que aprender a levantarse, a reinventarse, a creer en si mismo… a vivir y no permitir ser vivido.



            Hay quienes se dejan llevar por el afán destructor. Y no se dan cuenta que además de no quererse tampoco quieren a los demás. El menosprecio por todo tiene sus orígenes muy arraigados que por cualquier motivo enciende grandes fuegos.



            No saber tolerar es no saber amar; no saber perdonar es no saber qué es el amor. ¡Cuántos quieren cruzar el océano pero no se dan cuenta que no tiene agua!

           

            El mundo es sostenido por el amor, pero es controlado por el miedo. Mucha gente se acuesta y se levanta con miedo…,  a todo y a nada a la vez; sin tomar conciencia que el miedo es una especie de droga global creada.



            Todo sería mucho mejor si cada quien aprendiera a vivir con lo necesario y se liberara del absurdo de llenarse de lo que no necesita ni va a usar nunca. Es decir, si fuera normal y no artificial.

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