domingo, 27 de noviembre de 2016


jlfg - pág. 395

Lo que tiene al mundo y a la tierra en agonía ha sido y es la ambición de seres humanos… ¡Y vaya paradoja! Nadie osa ni siquiera nombrarla por su nombre. Eufemísticamente se le etiqueta con otros, como: emprendedor, inteligente, exitoso, triunfador,… y tienen la osadía de presentarse como ejemplo para niños y jóvenes. Esto tiene más carácter de locura que de otra cosa.



Aquel que se cree bueno; es porque no lo es. La bondad no puede existir sin la humildad. Esas creencias solo son para autoengañarse, inútiles intentos de tranquilizar su conciencia que no dejan en paz al impostor.



La educación que no forma hombres y mujeres nuevos es un daño para la sociedad. La sociedad y el mundo no necesita más de lo mismo sino más de lo nuevo, lo distinto… sino

¿Cómo se espera que el mundo cambie? Seguiría igual y cada vez peor.



El abandono de la austeridad es un error inducido por la maquinaria del consumismo. A esos poderes no les sirve tener clientes inteligentes sino clientes sumisos, que bailen al ritmo que se les ponga…, y para eso se han inventado temporadas, remates y ofertones… y todo lo demás.



Si nuestra vida no tiene silencios, se vuelve estéril.  La fecundidad, la luz y la dirección correcta de la vida provienen del silencio con paz, del sosiego del alma, del verse cara a cara a si mismo y aceptarse; no como un ser acabado, definido, sino como un proyecto hacia la perfección por la vía del amor y no del odio ni del rencor.



Hoy día no se trata de ser valientes sino de ser honestos. Dejemos la valentía para cuando se necesita… pero la honestidad es necesaria todo el tiempo. Sin ella, todo se derrumba porque es poderosa como la polilla que acaba con hermosas casas.



 Si nadie escucha, aunque todos oigan, es un monologo eterno. Así, cerca pueden estar pero existencialmente están a miles de kilómetros…, no se puede dialogar con quien no escucha; pero el desafío no es exigirle al otro que cambie, sino cambiar uno mismo.



 No vale la pena correr si no se sabe a dónde se va. Primero hay que definir la meta y luego hacer el camino para alcanzarla. La desgracia es que hay muchas vidas que por indolencia o por las prisiones creadas por el sistema, carecen de esta oportunidad que les dignificaría sin par.

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