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La vida es
un instante; el instante, una eternidad.
Hacer
brotar una sonrisa es como hacer brotar una flor.
El lenguaje
del cariño no son las palabras: esos son cantos de sirena.
Para
descubrir al otro hay que silenciar el ego.
El amor
desarma el miedo: aceptándolo.
Cuando uno
nace no es un “aparecido”, y cuando muere, no es un desaparecido.
La inspiración
para cantar es un regalo del Cielo que quiere impregnar de cielo la Tierra.
La juventud
tiene la fuerza; el adulto, debiera tener la brújula.
Envejecer
nos significa desencantarse; al contrario, ser ejemplo de fe y optimismo.
La comunión
es la esencia de la vida y la fuente de la energía; el aislamiento es el polo
opuesto.
Dar tiempo
al otro es compartir el oro que tenemos.
En el
encuentro verdadero: ninguno de se anula; y todos se potencian.
Compartir
las cosas es más fácil; compartirse a sí mismo es la virtud.
La fuente
del sentido de lo que hacemos no lo encontramos en el hacer; sino en el ser.
El
resentimiento oculto es peor que la expresión de la emoción.
No vamos a ningún
punto; estamos en él.
La avaricia
se convierte en la peor idolatría.
Estamos en
la vida para multiplicar no para quitar nada a nadie.
La vida se
alimenta con vida; no con muerte.
Cuando se
quiere empezar; hay que perdonar.
La vida es
un don precioso; la justicia, aun mayor.
Las
respuestas del amor son verdaderas cuando no se quedan en apariencias.
No es necesario
obsesionarse por ser el mejor; y se puede optar por lo extraordinario de lo común
y cotidiano.
Lo
extraordinario esta en lo que denominamos lo ordinario y cotidiano.
Los pobres
no solo son una mayoría sino también la mayor fuerza de la historia.
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