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A la hora
del crepúsculo,
Es la
aurora para otros;
“otros” que
también soy yo, porque somos uno.
El
equilibrio no se pierde con nada:
Porque los
cambios son el equilibrio.
Somos
eternos, pero no como individuos, sino como cuerpos mayores.
Soñar es lo
más fácil; actuar y realizar, cuesta un poco más.
Cuando el
amor existe, el perdón no está ausente.
Morirse con
la verdad que pertenece a otros; es permanecer en la agonía.
La
espiritualidad, por lo general, corre cual río subterráneos, lejos de los rascacielos
de las instituciones.
La mayor
debilidad de una sociedad es no saber quién es.
La
esterilidad emocional es peor que la intelectual.
La maldad
no existe, mientras no la fragüe el corazón humano.
La
corrupción del político es mortal para el pueblo.
Apagar la
televisión comercial es encender el sol de la decencia.
El
termómetro del amor es en qué medida asumimos las necesidades de los otros.
El orden correcto es: primero el otro y después
yo. Porque existo gracias a ellos.
Romper los
muros del egoísmo es tan difícil porque la matriz del individualismo lleva
largo tiempo expandiéndose.
Hace
tiempos que la “democracia” se convirtió en “dinerocracia y publicitocracia”; y
el gran ausente es el pueblo.
La
Naturaleza en su sabiduría no se lamenta a por lo que fenece porque sabe que de
allí surge lo nuevo.
La
perseverancia requiere a veces de heroísmo, sobre todo en una época donde el
culto lo tiene la inconstancia.
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