domingo, 13 de octubre de 2013

Jlfg-149
A la hora del crepúsculo,
Es la aurora para otros;
“otros” que también soy yo, porque somos uno.
El equilibrio no se pierde con nada:
Porque los cambios son el equilibrio.
Somos eternos, pero no como individuos, sino como cuerpos mayores.
Soñar es lo más fácil; actuar y realizar, cuesta un poco más.
Cuando el amor existe, el perdón no está ausente.
Morirse con la verdad que pertenece a otros; es permanecer en la agonía.
La espiritualidad, por lo general, corre cual río subterráneos, lejos de los rascacielos de las instituciones.
La mayor debilidad de una sociedad es no saber quién es.
La esterilidad emocional es peor que la intelectual.
La maldad no existe, mientras no la fragüe el corazón humano.
La corrupción del político es mortal para el pueblo.
Apagar la televisión comercial es encender el sol de la decencia.
El termómetro del amor es en qué medida asumimos las necesidades de los otros.
 El orden correcto es: primero el otro y después yo. Porque existo gracias a ellos.
Romper los muros del egoísmo es tan difícil porque la matriz del individualismo lleva largo tiempo expandiéndose.
Hace tiempos que la “democracia” se convirtió en “dinerocracia y publicitocracia”; y el gran ausente es el pueblo.
La Naturaleza en su sabiduría no se lamenta a por lo que fenece porque sabe que de allí surge lo nuevo.

La perseverancia requiere a veces de heroísmo, sobre todo en una época donde el culto lo tiene la inconstancia.

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