JLFG-159
La mente aislada de todo se pierde; su
coherencia depende de tener los pies en la tierra.
Después de todo, la torpeza se ahoga en su
propio fango.
No basta la compasión; es necesaria la
solidaridad.
El desafío mayor, no es vivir; sino acompañar.
Cada quien tiene su medida: vaciarlo, es un
delito.
El ejemplo necesita vencer el temor para
ponerse al servicio de los otros.
La felicidad no es una cuestión de estadísticas
sino de prácticas cotidianas.
La intención de ofensa perfectamente se puede
convertir hasta en alabanza.
No basta contemplar el bosque; hay que ser
parte de él.
La saturación de sí mismo, impide que entre el
amor.
“Déjame ir despacio”… porque voy lejos.
Las nubes no se deshacen; se transforman.
La máxima altura está en la máxima profundidad.
El resentimiento frena toda convivencia; y el
perdón la moviliza sin límites.
Recordar solo es importante para actuar,
corregir y mejorar.
La paz es frágil; pero es flexible e
indestructible.
Lo importante es ser libres: el peligro está en
ser víctimas de aparentes oasis de libertad, pero que en realidad son
sofisticadas formas de manipulación y dominación.
La llamada “viviendo social” es antisocial
porque el hacinamiento destruye la comunicación.
Pareciera que todo es igual, pero nada lo es,
porque no existe la repetición de nada.
Una vida sin misión es como un auto sin
bencina.
Los que mienten para triunfar se cavan su
propio fracaso.
No existe “un día mas” o “un momento más”:
solamente un día y momento nuevo y único.
No importa la brevedad del tiempo; importa la
calidad de su contenido.
La debilidad de las palabras es la consecuencia
de la vaciedad del ser.
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