martes, 5 de febrero de 2013


NUMERO 94
(Autor: jl flores gomez z.)
¿“Habría que ver para creer”?... No, solamente es preciso dejar de ver lo que siempre vemos.
Los deseos son como el vapor de la olla hirviendo; lo importante es el fuego que la hace hervir.
El amor es como la luz del sol: no descansa hasta llegar al más ínfimo de los seres; porque no hace diferencias entre la importancia de una montaña como la de una hormiga.
Una vida con paciencia llega más lejos que una vida con esfuerzo.
Los que mienten por oficio, se hacen un lavado de cerebro para ver blanco donde es negro.
Las cosas están donde se ponen; los pensamientos, también.
Hay que procurar que nuestro cuerpo no sea una especie de cárcel; sino de aeropuerto…
La desolación viene cuando no hay sueños; o cuando, éstos no se alimentan cada día.
Nada es tan terrible como dejarse arrebatar la capacidad de amar por parte del egoísmo.
El mayor efecto de nuestras creencias no es creer en algo o alguien; sino en “determinarnos”.
La esencia del dialogo: es escuchar.
La ambición descontrolada llega a ser tan poderosa, que acaba con el individuo.
La espiritualidad de lo cotidiano no necesita de eventos extraordinarios sino de vivir lo ordinario como extraordinario.
El desacierto mayor de la vida es correr por correr; y su acierto mayor es que encuentres tu senda y la recorra en paz.
Cuando se deja de perseguir lo que se ambicionas…, recibes  lo que necesitas.
El árbol se sostiene porque tiene raíces; un futuro sin raíces será un fracaso.
Los sueños mueven montañas; porque lo inaccesible lo vuelven accesible.
 La globalización económica ya es un gran buque encallado en alta mar.
Cuando el fin de los negocios comenzó a ser la acumulación y no la distribución; comenzó la debacle para la humanidad.
Los dogmas de cualquier género solo sirven para frenar la evolución de la Historia.

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