lunes, 4 de febrero de 2013


NUMERO 93
Nuestra madre tierra se embellece todos los días… espera que nuestra especie haga lo mismo a través del amor.
Si bien la necesidad de “reconocimiento” es alta en cada uno; es posible la virtud del “desconocimiento” para no causar distracción al otro.
La maravilla del tiempo es que está transcurriendo de manera silenciosa; y así acontece todo lo maravilloso.
El miedo encadena, ensordece, enceguece y vuelve mudos a los ciudadanos…, por eso es la principal herramienta utilizada por los medios de comunicación controlados por grandes capitales concentrados en elites desencarnadas y desalmadas.
 ¿Cuál sería la causa de nuestras múltiples limitaciones? – Encerrarnos en nuestra mera corporalidad; suprimiendo el “campo” y nos vincula con el Universo,  que nos pertenece, pero desconocemos.
Vivir no consiste en ser expertos en “gobernar” sino en dar respuestas adecuadas y oportunas al devenir de la Energía.
La grandeza de una nación es la conciencia de su pueblo.
Todo lo que se recibe a manos llenas no es para sí mismo; es el Universo que busca mediadores para llegar a otros.
La perfección de cada ser es tal que no necesita del otro sino para darse.
Vivir no es complejo; se vuelve tal a partir de optar por el aislamiento (individualismo).
Todavía permanecemos en esta forma de vida, muchos ya no; otros, comienzan: Dayenu (acción de gracias) ¡y a cumplir la misión por la que permanecemos ahora y aquí!
Encontrar la sincronía es el principio de la plenitud total; y a su vez el fin de la anhelada unidad.
“Me acepto tal como soy y tal como estoy”… porque me reconozco participando de la plenitud y perfección del Ser.
La Divinidad no esclaviza a nadie; y no demanda servidores, sino seres libres que den testimonio de su condición.
Nuestra naturaleza es la complementariedad, que no se encuentra en un único ser, sino la comunión con todos los seres y universos.
El secreto de la felicidad es el agradecimiento.
Los defectos del otro son una gracia para uno: para aprender a no ser de ese modo… y así mostrar al otro algo distinto.
La senda del bien está siempre en espera de valientes; porque no existe, se hace.

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