NUMERO 93
Nuestra madre tierra se embellece todos los
días… espera que nuestra especie haga lo mismo a través del amor.
Si bien la necesidad de “reconocimiento” es
alta en cada uno; es posible la virtud del “desconocimiento” para no causar
distracción al otro.
La maravilla del
tiempo es que está transcurriendo de manera silenciosa; y así acontece todo lo
maravilloso.
El miedo encadena,
ensordece, enceguece y vuelve mudos a los ciudadanos…, por eso es la principal
herramienta utilizada por los medios de comunicación controlados por grandes
capitales concentrados en elites desencarnadas y desalmadas.
¿Cuál sería la causa de nuestras múltiples
limitaciones? – Encerrarnos en nuestra mera corporalidad; suprimiendo el
“campo” y nos vincula con el Universo,
que nos pertenece, pero desconocemos.
Vivir no consiste
en ser expertos en “gobernar” sino en dar respuestas adecuadas y oportunas al
devenir de la Energía.
La grandeza de una
nación es la conciencia de su pueblo.
Todo lo que se
recibe a manos llenas no es para sí mismo; es el Universo que busca mediadores
para llegar a otros.
La perfección de
cada ser es tal que no necesita del otro sino para darse.
Vivir no es
complejo; se vuelve tal a partir de optar por el aislamiento (individualismo).
Todavía permanecemos en esta forma de vida, muchos ya no; otros,
comienzan: Dayenu (acción de gracias) ¡y a cumplir la misión por la que
permanecemos ahora y aquí!
Encontrar la
sincronía es el principio de la plenitud total; y a su vez el fin de la
anhelada unidad.
“Me acepto tal
como soy y tal como estoy”… porque me reconozco participando de la plenitud y
perfección del Ser.
La Divinidad no
esclaviza a nadie; y no demanda servidores, sino seres libres que den
testimonio de su condición.
Nuestra naturaleza es la complementariedad,
que no se encuentra en un único ser, sino la comunión con todos los seres y
universos.
El secreto de la felicidad es el
agradecimiento.
Los defectos del otro son una gracia para
uno: para aprender a no ser de ese modo… y así mostrar al otro algo distinto.
La senda del bien está siempre en espera de
valientes; porque no existe, se hace.
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