viernes, 22 de febrero de 2013


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La vida propia se enriquece comunicando vida a los otros; y se empobrece, quitándole la vida a los otros (incluyendo la indiferencia).
La belleza de la existencia se vuelve infinita cuando el amor ilumina toda la realidad (contexto).
El dolor del otro es también el nuestro; somos uno…
A falta de sentido; aparece el ocio.
Si tienes que correr; descansa.
Toda la verdad está presente y escondida: dentro del ser.
La vida no es una loca carrera sino una sosegada navegación a puerto conocido.
Uno mismo solamente se da cuenta de sus pequeños defectos; hay que escuchar a los otros para tomar conciencia de los grandes.
El trabajo se vuelve inhumano cuando la persona del trabajador es un mero número o una útil maquina.
Hay que ponerse en el lugar del otro para saber algo de su realidad; lo demás es puro subjetivismo.
Hemos llegado al tiempo donde todas las mercancías están relucientes; generando un gran contraste con sus despachadores.
No basta renunciar; hay que decir la verdad.
Los candados se abren no solamente con los “sí” sino también con los “no”.
Cuando aprendamos a no atropellar a nadie; el otro se complacerá de nuestra presencia.
Ver para creer; y creer es crear son dos procesos simultáneos.
Cada vez que decimos “amen” estamos abriendo cerrojos.
Nuestro cuerpo no es torpe;  lo es la inteligencia alienada.
Nuestro mundo necesita luz; por eso hay que apagar los televisores y desempolvar los libros.
La tecnología es desarrollada a velocidades inimaginables; pero ¿sabe a dónde va?
El sentido de “pertenencia” no se identifica con la propiedad privada sino con la de “oblación”.

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