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La vida propia se enriquece comunicando
vida a los otros; y se empobrece, quitándole la vida a los otros (incluyendo la
indiferencia).
La belleza de la existencia se vuelve
infinita cuando el amor ilumina toda la realidad (contexto).
El dolor del otro es también el nuestro;
somos uno…
A falta de sentido; aparece el ocio.
Si tienes que correr; descansa.
Toda la verdad está presente y escondida:
dentro del ser.
La vida no es una loca carrera sino una
sosegada navegación a puerto conocido.
Uno mismo solamente se da cuenta de sus pequeños
defectos; hay que escuchar a los otros para tomar conciencia de los grandes.
El trabajo se vuelve inhumano cuando la
persona del trabajador es un mero número o una útil maquina.
Hay que ponerse en el lugar del otro para
saber algo de su realidad; lo demás es puro subjetivismo.
Hemos llegado al tiempo donde todas las mercancías
están relucientes; generando un gran contraste con sus despachadores.
No basta renunciar; hay que decir la
verdad.
Los candados se abren no solamente con los “sí”
sino también con los “no”.
Cuando aprendamos a no atropellar a nadie;
el otro se complacerá de nuestra presencia.
Ver para creer; y creer es crear son dos
procesos simultáneos.
Cada vez que decimos “amen” estamos abriendo
cerrojos.
Nuestro cuerpo no es torpe; lo es la inteligencia alienada.
Nuestro mundo necesita luz; por eso hay que
apagar los televisores y desempolvar los libros.
La tecnología es desarrollada a velocidades
inimaginables; pero ¿sabe a dónde va?
El sentido de “pertenencia” no se identifica
con la propiedad privada sino con la de “oblación”.
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