miércoles, 5 de diciembre de 2012

JLFG : Número 69


Todo el pasado y todo el futuro esta “aquí”; no como cadenas ni como amenaza, sino como oportunidad de vida y transformación.
No somos “enviados”; somos “presencia”… todo ser es presencia de la Divinidad…               
La objetividad no nos pertenece; y navegamos a través de nuestra subjetividad porque es el recurso asignado…, tal vez para que no perdamos la humildad, y siempre respetemos la subjetividad del otro.
La Luz no tiene término; es infinita. Encontrarla es solamente el punto de partida…
La Luz esta en todo ser…, aunque no resplandezca en la oportunidad que nos encontremos con ese o esos seres. Por eso, no habría que darle paso al “juicio”, sino al Amor y la Esperanza.
Quizás nos equivocamos buscando y construyendo la “identidad” como ser un ser en sí (remarcando las diferencias y distancias); cuando de lo que se trata es de encontrar y construir nuestro ser con los otros seres.
Las preocupaciones por el futuro asfixian la riqueza y maravilla del presente.
Las fronteras de la especulación es el caos, porque los castillos en el aire no resisten la presencia de la realidad.
Así como en la noche brillan las estrellas; en medio de las adversidades, la esperanza es una luz que no se apaga.
¿Qué es lo real? ¿Lo que vemos o tenemos, lo que ya vivimos o lo que nos queda por vivir? Al final…, pareciera que todo es un poco real y un poco irreal porque cada uno es portador de “su
visión”: ese mundo interior con el que cual papel de regalo envolvemos todo.
Probablemente no podamos “contra” el mundo; pero sí podemos “a favor” del mundo. La manera de hacer cualquier ser no es indiferente al resto; por el contrario, es de influencia vital como las flores a la miel a través de las abejas.
La mejor enseñanza es la que no se verbaliza: porque no necesita de palabras para mostrarse evidente.
El ambiente de “guerra fría” que se está creando es como ponerle leña al fuego… más constante tiene que ser la meditación por la paz.

Sobre la tierra o bajo la tierra… es indiferente, cuando lo fundamental es la Energía eterna e infinita, de la cual hoy y siempre somos participes.
Las circunstancias son cambiantes; son las olas del mar: nacen, crecen y se diluyen.
El cielo está unido con la tierra, la energía con la materia, lo divino con lo natural: son una unidad, y no hay fuerza o poder que pueda separarlos (aunque a veces lo hacemos mentalmente por las enseñanzas recibidas).
La naturaleza nuestra gran espejo de cómo podemos vivir: ¡conviviendo! Y no des-viviendo (nos).
La eternidad y presencia pasa por el cauce de la convivencia.
No hay un día igual a otro: prácticamente cada día estamos naciendo y muriendo; es decir, vamos transitando.
No estamos solos aunque nos sintamos solos. Muchas veces, es en el silencio cuando mas compañía tenemos.
En la senda de la Luz no hay soledad; hay una inmensa intercomunicación entre seres de todos los órdenes visibles e invisibles intercomunicados y unidos para estar y hacer el bien.
Todas las cosas tienen una estructura física-material y otra espiritual; la que da sostén a la primera es la segunda… y sin embargo, ésta además de pasar desapercibida es casi desconocida.

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