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¿No sería conveniente leer el ocaso de la propuesta
partidista (política) como un síntoma de cómo está la sociedad entera? O sea,
en busca de un camino distinto, que
necesita actualizarse, rehacerse y proyectarse: esto como un clamor de la población.
Es decir, entender que mayor y más importante es el clamor del silencio que la
de la palabrería y enredos de los grupos concentrados en los distintos centros
de poder cuyo norte es no perder sus atributos.
La principal riqueza de un País es su gente…, una población
culta hace de su País un gran País. O sea, no lo hace ni el dinero acumulado en
pocas manos ni las explotaciones contaminantes e irracionales desde el punto de
vista sustentable. Se trata, entonces, de educar personas libres y responsables
y no simplemente mano de obra.
Lo más
hermoso de este tiempo no es su continuidad sino su renovación. Es decir,
pertenecemos a una generación de creadores, de partícipes en la construcción de
cimientos para nuevas generaciones y nuevos tiempos. Nos tocó llegar en el
ocaso de un paradigma y la aurora de otro nuevo; y todo para el bien de la
Tierra y de todas sus especies.
Es
fuerte y arrollador el impulso que induce a la incomunicación personal, temática,
real, profunda… Hay quienes erróneamente han comenzado a creer que la comunicación
consiste en ensimismarse, aislarse, y alejarse de quienes le rodean… o sea,
exactamente lo opuesto a la esencia y naturaleza de la comunicación: revelarte
al otro y aceptarlo tal como es para construir con él caminos nuevos por andar.
Mientras
haya una pareja de seres humanos sobre la tierra…, hay esperanza que su sistema
emocional y racional concuerde con las leyes naturales del Planeta; capaces de
revertir todo el desastre irracional causado por unas elites mundiales que ni
se saben quiénes son ni como son, pero han hecho y siguen causando estragos a
toda la Tierra y sus especies.
Nuestras
manos se vuelven maravillosas cuando son movidas desde el equilibrio del corazón
y de la mente, solo así pueden trabajar por la vida y la solidaridad, en vez
volverse rígidas y arrebatadores del bienestar de los otros y de todo lo otro. Unas
manos sin alma se vuelven armas y canales de veneno para nuestro medio ambiente
y seres vivos.
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