jueves, 27 de octubre de 2016


Pag. 380 – jlfg

Cuando los partidos pierden los estribos, entran en la vorágine de su propio caos. No conformes con eso, ese malestar de lo trasladan a la población, que ya suficiente tiene con sus propios problemas. No es raro que con frecuencia se apodere el morbo en estos escenarios. Pero bien, es lo que hay. Con inteligencia no hay que dejarse sobrellevar por estas olas prefabricadas.



                Un sistema que crea apariencias, que valora lo que no tiene consistencia: es para desconfiar de su eficacia y conveniencia…., sin embargo, llevamos varios siglos cultivando aquello que perjudica la vida en cualquiera de sus formas. Y todo esto, en nombre de la razón.



                Nuestra fragilidad cede ante la maravilla que cada ser es, ha sido y será. Afirmar que el tiempo no existe es para valorar y vivir cada momento como único e irrepetible.



                El alma se entristece con el ocaso ecológico para millones de especies… que son el reflejo de lo que está sucediendo dentro de la especie humana, aunque se empecina por no verlo.

               

                Es tiempo alianzas globales, mas allá de la búsqueda de dinero, de la riqueza humana que humanice los ambientes en que habitamos, como todo, menos como seres humanos.



                El desánimo, la resignación y la desconfianza siempre han sido los obstáculos para la fe, la esperanza y el trabajo comunitario; y, entonces, sigue siendo una tarea pendiente y casi solo para idealistas que hoy día son vienen a ser los más realistas.



                Nuestra mayor fuente de energía espiritual es el Universo, el que no está lejos sino circundándonos y dentro de sí mismos..., bastaría que desarrolláramos la conciencia que la Naturaleza se comunica con nosotros en todo momento y no a la inversa.



                Si leyéramos, comprendiéramos y reflexionáramos sobre ello…, con toda certeza: otros seres humanos tendríamos: diferentes en 180 grados del tipo de ser humano a que nos han inducido a ser hoy.



                Nuestra mayor pobreza es la  ruptura de la comunicación con el otro…, allí comienza nuestro extravío y perdida de sentido para vivir. Nuestra mayor riqueza consiste en dar y recibir, lo cual es simultáneo e invisible.

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