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El peor
error que se viene cometiendo es el autoengaño. Revestir los problemas con
apariencias resolutivas, y dejar de lado sus reales soluciones. Por ejemplo,
con el cambio climático, la contaminación, los transgénicos… Las excusas se
multiplican: falta de tiempo, “no me toca a mí”, “¿Qué puedo hacer yo?”. Pero
se trata que cada uno hago lo propio y termine la indiferencia que oculta la resignación.
Es
imposible que se tenga vida si a tu alrededor no procuras que haya vida. Es
decir, la propia vida su cultiva procurando la vida los demás y de todo el
entorno. Esto que parece exagerado, no le es. (Solo lo es para los ojos
atrofiados por el egoísmo y el individualismo).
El mal
humor, la falta de paciencia…, no tendrían lugar –o al menos, disminuyeran- si
se cultivara un poquito la vida interior, que consiste en dejarse de mirar a sí
mismo como el absoluto y el principio y término de todo, y dar lugar a la
pluralidad, diversidad e intercomunicación de la cual formamos parte,
pertenecemos y nos constituye, y nos hace ser lo que somos.
El delegar está de moda hace ratos. Que se haga cargo el o los otros, porque
estoy ocupado, no me corresponde, o no me la puedo... Excusas siempre sobran y
se encuentran. ¿Pero al final, alguien se hace cargo seriamente? Pensando, por
ejemplo, en la formación y educación de hombres y mujeres nuevos para un mundo
nuevo, y no solamente renovado.
Dejar
de hacer lo pequeño es dejar de hacer lo más importante. No tendríamos que
olvidar que lo trascendente (importante) comienza por lo “insignificante”. El
gran significado empieza por lo cotidiano. Es decir, salgamos de nuestros cerebros y
pongamos los ojos acompañados de bondad en el otro y otros.
Hoy día
hacen tanta faltan personas que crean en lo que son y no solo en lo que hacen,
para dar desde lo que se es y no solo desde lo que se sabe. Es decir, hace
falta esencia y no tanto formas. Entonces, se vería favorecida la credibilidad
y disminuiría tanta desconfianza y menosprecio del otro por solo quedarnos (o
solo se queda) en lo que dice.
Hay quienes pretenden sacar un clavo sin
enderezarlo primero; parece un contrasentido, pero también lo es la de aquellos
que quieren ya corregir ya corregirse algo (un vicio, un defecto) pero sin
hacer modificaciones o cambios… entonces, es un fracaso preanunciado.
Los primeros políticos son los filósofos; y la existencia de
políticos sin filosofía es un caos anunciado. La técnica, estructuración e ingeniería
presupone una reflexión previa para salvaguardarse del activismo e improvisación.
Con frecuencia nuestras ciudades están en manos de constructoras que carecen de
filosofía y bogan en el océano del dinero.