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La paz es tan frágil perderla; pero también
restaurarla, cuando la humildad permite que fluya el amor.
La ambición lo primero que consigue es
quebrantar la paz.
El régimen democrático es el que con menos
espacio cuenta en una estructura económico-centrista como la que impera hoy en
el mundo.
Los sueños permanecen como tales por una
lucha constante para no ser barridos por el pragmatismo.
Exacerbar las pasiones de un pueblo es obra
de los grandes irresponsables.
Los heraldos de la paz son siempre cada vez
más necesarios…
La sabiduría es la fuente de equilibrio y
orientación que la humanidad necesita.
Quienes promueven la violencia manipulando
a las masas son criminales.
La demencia en los campos de la política y
de la economía siempre causa estragos impensados porque desencadena pasiones de
masas descontroladas que destruyen.
El débil no necesita que se le acerque el
poder sino el amor.
La esencia del poder es aplastar.
Muchos personajes públicos deberían
sincerarse: no les interesa un pueblo educado y culto; al contrario, les
preocupa.
La mayor barbaridad en boca de un
presidente: “la educación es un bien de consumo”.
¡Qué paradoja: con frecuencia las
religiones terminan siendo las mayores mancilladoras de Dios!
La política se ennoblece cuando hace
justicia.
No hay que cansarse; hay que insistir en
contribuir a la salvación de nuestro mundo (Planeta).
Que gravísimo error: considerar que la razón
de ser de todas las cosas es servir el hombre; cuando, en realidad, todos
estamos mutuamente al servicio de unos y otros (minerales, plantas y animales).
Nuestra naturaleza es el cambio permanente;
nuestra salud, el equilibrio.
Sin reflexión no hay consciencia crítica; por
eso tanto afán en impedir que se reflexione.
Hay que cambiar el deseo de vivir por el
deseo de “ser”: entonces construiremos otra realidad.
El heroísmo de los grandes hombres y
mujeres de nuestro tiempo: hacen la diferencia y embellecen nuestra raza.
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