miércoles, 22 de febrero de 2017

Jlfg-pag. 415
                Cada instante tiene un sinfín de procesos en desarrollo…, solo tenemos que percibirlos y valorarlos; eso es vivir despiertos y atentos a la maravillosa novedad que nos envuelve y que habita en cada uno de nosotros.
                La gran riqueza de la vida está en la comunicación: a través de ella no solo nos mostramos al otro sino que el otro puede revelarse a nosotros; y esa es la mayor riqueza para un ser humano.
                Nadie está solo en el camino; no hay camino para uno solo. Todo está dispuesto para para vivir en comunidad, como hermanos; en el amor, amándonos.
                La comunicación es fruto del amor… el lamento de tanta falta de comunicación debería llevarnos a reconocer nuestra falta de amor. El amor no espera, sale al encuentro…
                La resurrección no se alcanza solos; y todo el tiempo la necesitamos…, así es de importante la presencia del otro dentro de nuestro espíritu.
                ¿Queremos ser felices? Pues el punto de partida es no ser egoístas; esto es no ser mentirosos, fanfarrones, desleales; ni manipuladores ni atorrantes.
                Cada día tiene su atardecer…, pero ese no es final; solamente el receso para un nuevo amanecer. Nuestro error está en desesperarnos.

                La novedad de cada día no hay que buscarla fuera de nosotros mismos; está adentro esperándonos para abrazarnos con su dulzura y esperanza.

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