NUMERO 37
Romper las ataduras de la “repetición” es
entrar al estadio de la responsabilidad y la libertad.
Buscando la Luz cada día…. Estar en la Tierra es estar en medio de los
claros-oscuros, de la salud y la enfermedad, de la vida y de la muerte; del
amor y del odio… En ese mar navegamos cada día.
El gran sentido de nuestra existencia no lo
encontramos en nosotros mismos sino en la “relación”, en el vinculo, en el
holograma con el conjunto de otros seres que conformamos lo que llamamos con
una sola palabra: Naturaleza… nuestra hogar y nuestra morada y nuestra
eternidad.
El universo de nuestra conciencia corporal
nos espera cada día…, para entregarnos, como el polen de la flor a la abeja,
como la miel de la colmena al paladar, el calor y la luz que da plenitud a
nuestra existencia.
Cambiar el “deseo” por la “recepción” es un
buen acierto…, porque aquellos distraen, y éstos llenan nuestro vacío y lo
trasforman en un manantial.
A veces a uno le cuesta callar…, porque
cree que es debilidad; más lo cierto, es que el silencio oportuno es sabiduría.
Lo ojos del cuerpo a veces prefieren llorar
de amor: así comparten su sintonía con el Todo y la Totalidad.
Nuestro cuerpo es demasiado pequeño para
nuestra alma: ella necesita del Universo como su hogar.
La riqueza de la Historia no está en los
ríos de tinta…, sino en los caudales de Energía cultivados y heredados por
nuestros antepasados de millones de años.
Esta ramita parecía seca todo el invierno…,
pero ¡ha florecido!
En medio de una gran sencillez: un gran
milagro…
El mismo que está ocurriendo en cada
instante,
como en todo los seres también en cada uno.
El objetivo manifiesto consiste en contener
a la humanidad atada a sus grillos (creencias introducidas en su psique) para
que no reclame ni libertad ni evolucione.
El Amor construye; el autoritarismo,
destruye. Es frágil el sistema que se mantiene por la fuerza.
Nuestro yo colectivo contiene diversidad de “otros” que conforman el nosotros. Esto lo “sabíamos” pero no lo
“sentíamos”.
“Recapacitar” da espacio al Amor… el que
con frecuencia se ve marginado por la impetuosidad del momento.
La eternidad de nuestro hoy es impagable y
suficiente: es la experiencia de nacer a la trascendencia.
Las nuevas flores se entremezclan con las
hojas secas, sin competencias ni añoranzas, solamente viviendo etapas
diferentes.
No ha sido fácil el camino para nadie;
tenerlo en cuenta ayuda a ver al otro en su contexto…, muchas veces más
determinante de lo que nos podamos imaginar.
El silencioso rio no cesa de correr y
saludarnos a su paso: siempre fresco,
nuevo, generoso… una buena forma de ser.
La frescura, la novedad y la generosidad han de ser los colores de la
Luz.
Que hace que el sol estaba luminoso, y ahora nos envuelve la oscuridad… es la perfección del Universo
que nos invita a trabajar y a descansar. Los ritmos y sus compases nos vitalizan y humanizan.
En nuestro ser, como en la semilla, está
todo…, con la luz, el agua, la tierra,… su transformación es maravillosa. En cada uno de nosotros, también.
Pasar del “juicio” a partir de lo que
vemos; e “interpretar” el mundo interior a partir de los rasgos externos
constituye una puerta a la anhelada comprensión y aceptación mutua.