martes, 6 de diciembre de 2011


Orar no es solo hablar. Orar no es siempre pedir. Orar no es insistir  que Dios se haga presente…
Sino que orar es guardar silencio y escuchar. Es contemplar y darse cuenta que Dios está presente siempre. Orar es mirarse a sí mismo con gratitud amorosa. Orar, más que pensar y razonar es percibir y ampliar la conciencia corporal (no meramente intelectual). Orar es fundamentalmente un dialogo (no un monologo, en el que solo el individuo habla y no deja hablar a Dios… porque no le interesa escucharlo). El lenguaje de Dios siempre va a ser profético, crítico y proyectivo. Es decir, siempre va a introducir movimiento y cambios en la vida de quien ora. La oración no es herramienta para manipular a Dios.

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