sábado, 8 de junio de 2013

Jlfg- 134
El camino de cada día es sorprendente en su singularidad y perfección.
Solo una cosa basta: el bien del  otro; para tener la garantía de no haber vivido en vano.
El amor es como el agua para el cuerpo para lavar el espíritu cuando se enreda en el egoísmo.
Lo que las religiones no han logrado; la naturaleza lo hace: cambiar el corazón de la humanidad.
25 millones de muertos y 60 millones portadores…  es para ignorarlo: el vih.       
La vida es un camino; no es un estado.
La tarea más apremiante en nuestro tiempo es la deconstrucción para que surja el ser y mundo nuevo.
El espíritu no atesora edad solamente sabiduría y energía sin límites.
“Para que estamos aquí” en este mundo, en esta vida: es la pregunta más importante de responder.
La tierra nos recuerda que no busquemos el cielo fuera del amor y la generosidad con todos los seres que viven para que nosotros vivamos.
No existe el desprecio por el otro que no conlleve el desprecio de sí mismo.
El anhelo de ser es el único freno ante al desorden por el hacer.
Como no han hay nada permanente; el dolor también tiene su término.
El alma es como la luz: su lugar es estar en medio de la oscuridad.
La comunión con los otros no se agota en las palabras.
La humanidad ha vivido bajo el yugo del miedo; pero ese yugo se ha derretido.

Quien supondría que los que se creen ser los más fuertes: esconden las mayores debilidades.

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