ESPIRITUALIDAD A PARTIR DE LA TIERRA
José Leandro flores
140917
INTRODUCCION
La
espiritualidad es algo que tiene identidad propia. Es decir, que no va ligada a
religión alguna. Al contrario, hay casos en que son las mismas religiones las
que terminan con la espiritualidad. La espiritualidad no es doctrina ni dogmas,
sino más bien una actitud, una forma de ser, caracterizada por nacer o
alimentarse desde el amor.
La espiritualidad se cimenta en el ser. Por eso, nada más
lejano a ella que las apariencias. Es más, por más que se quiera aparentar la
espiritualidad es imposible lograrlo. Porque la espiritualidad es verdad. La espiritualidad es la que permite vivir el
presente con todo su esplendor y particularidad. Es decir, que no cae en la
superficialidad ni se ahoga en el egoísmo. Es propio de ella, tener en cuenta
todos los detalles para demostrar una sola cosa: que el otro es un ser valioso,
único, y sagrado. La espiritualidad no se queda en palabras, actúa; y de forma
oportuna. Esta es una de sus principales características.
En
este ensayo sobre espiritualidad desde la tierra vamos a relatar nuestras
vivencias y lo que hemos observado de positivo y de negativo a lo largo de
nuestro recorrido; y esto con un solo objetivo: animar a cada uno a andar los
caminos de espiritualidad, convencidos que es una de las mejores maneras de
ocupar y aprovechar el tiempo de la vida de la mejor manera.
Sentimos que en nuestros días lo más grave que está sucediendo es la crisis
ecológica, la cual va está afectando ya a todas las especies que pueblan la
tierra. Por lo que nos parece que centrándonos en la tierra estaremos partiendo
del núcleo central a partir del cual ascenderemos hasta la misma
trascendencia. Y que no es un ascenso hacia arriba sino hacia adentro, hacia el
corazón de la creación.
Finalmente, expresar que no pretendemos polemizar con nadie, solamente
reclamamos el derecho a expresar nuestro punto de vista sobre algo tan
importante y que no es propiedad de nadie como es la espiritualidad. También
somos conscientes que nuestro centro es la experiencia y la urgencia de
atención que reclama la tierra para poder dar vida a las especies que todavía
le quedan vivas.... miles de ellas ya han desaparecido por la acción
incontrolada e irracional de grupos de hombres que disponen de mucho poder y
hacen mucho daño.
I. La espiritualidad. La espiritualidad es como un
río que se abre camino sin cesar. Su esencia es ser dinámica, creativa,
sincera, humilde; pero a su vez, fuerte, perseverante, valiente, libre.
Revistiendo de todas estas cualidades a la persona que la porta.
1. Una persona libre.
Es
aquella que pone a un lado las normas y leyes, las estructuras y
tradiciones..., y es el amor el motor de su vida y de sus actos. El amor
comienza por el amor a si mismo, pero no se queda allí, sino que se expande y
dirige hacia los otros. Al punto de pasar a ser los otros los motivos
principales de su existencia. Se existe para que los otros tengan vida.
La
persona que es libre sabe callar, sabe esperar, y no deja pasar ninguna
oportunidad para dejar que el amor que habita en su ser actué. Se manifieste.
Su libertad la hace ser versátil, flexible, inteligente, prudente, astuta y
exitosa. Convirtiéndose así la espiritualidad en la mejor aliada de la persona
para ser feliz. Entendiendo por felicidad el mayor desarrollo de su potencial
como persona. Siendo su plenitud el ser humano (no el ser divino). O sea, es
divino siendo humano. No destruyendo su humanidad. Como el árbol para ser árbol
necesita de la tierra.
La espiritualidad del vaciamiento
tiene por objetivo debilitar al ser del individuo, volverlo como un cascaron,
sin vida ni sentimientos propios. Eso es absurdo. Es anti divino. Y lo que en
esta práctica hay es que no se reflexiona, se impide reflexionar, pensar,
analizar. A cambio se reitera hasta la saciedad el dogma. El así es. Lo de que
tal propuesta es la verdad.
En fin, lo que sucede es
un vaciamiento de la libertad personal. Un irrespeto a su dignidad y autonomía
en nombre de lo doctrinal, de la autoridad y de lo que se afirma que ha sido
revelado. Y con esto se pretende ignorar, ocultar la actual revelación, que es
constante, diaria y novedosa sin cesar. Las doctrinas secan, la
espiritualidad, llena. Las doctrinas no hacen libre a nadie sino que lo sujetan
y hasta asfixian. Entonces, a mayor espiritualidad,
mayor libertad; y viceversa. Tenemos que entrenarnos a ser libres, y lo demás
viene como consecuencia.
2. Una espiritualidad
con los pies en la tierra. Postulamos que nuestra espiritualidad
no nos debe sacar de la tierra sino ayudarnos a establecer con ella una
relación más amable, cordial y respetuosa. No podemos seguir tolerando que a
partir de la espiritualidad tradicional hayamos llegado a ser unos bárbaros que
pisan la tierra, destruyéndola, contaminándola.
Nos hemos olvidado o queremos
ignorar que somos tierra. O sea, la tierra no es un elemento extraño a
nosotros. Tratar mal a la tierra es tratarnos mal a nosotros mismos. Ir en
contra de la tierra es ir en contra de nosotros mismos. Por lo tanto, por eso
hablamos de no desprender nuestros pies de la tierra.
Para ello tenemos que perder el miedo; ese temor que proviene de la
ideología generalizada que recibimos desde muy pequeños. Generalmente sin una
pisca de espíritu crítico. Es decir, totalmente entregados al discurso de los
dirigentes. Esto ha sido muy nocivo para unos y otros. No es cierto que la
doctrina religiosa sea intocable. Se ampara excesivamente en el concepto de ser
o inspirarse en lo revelado. Y no se trata de negar la revelación pero si de
tener en cuenta que por motivo de la antigua y localizada revelación no
se niegue o desconozca la actual y continua revelación en la vida cotidiana, y
a través de la naturaleza.
Esta también es
revelación valida, actual, novedosa. Dios no es del pasado o del futuro; Dios
es del presente. Un presente eterno. Es comprensible que no sea para nada
acogido y reconocido por las estructuras de poder, porque precisamente no se
necesita de su mediación para esta relación con la revelación, es decir, con
Dios.
Y hay un paso más, siguiendo
las enseñanzas oficiales, Dios habita dentro de ti, por el hecho que Dios
habita en el ser. El ser es gracias a la consistencia que le da Dios, su
energía lo constituye como tal. Por lo tanto, no es necesario buscar a Dios fuera
de sí mismo si está dentro de uno mismo. Él está en todas partes y en todo
tiempo. Esto significa que está en ti y en tu presente.
3. Una espiritualidad con proyección humana. El
objetivo fundamental y central tiene que ser nuestra dimensión humana como tal.
No como se ha puesto tanto afán en demoler la condición humana para edificar
algo muy extraño que se le llama naturaleza divina. Para nosotros, lo humano es
lo divino. Esto conlleva una serie de grandes consecuencias positivas hacia
nosotros mismos y hacia nuestro medio ambiente. Ambos pasan a ser lo central de
nuestra atención, trabajo y vida espiritual.
De esta manera sentimos
que recobramos la unidad perdida y que nos encontramos con nosotros mismos.
Volvemos a nuestra unidad. El objetivo de nuestra espiritualidad es lograr
nuestra unidad. Aceptarnos como somos. Amarnos y amar a todos con quienes
convivimos. Siendo, entonces, nuestra felicidad lograr vivir en comunión, en
comunidad.
4. Espiritualidad para la comunión. Pensamos no la
comunión del grupito que se juntan tras las mismas creencias y ceremonias sino
de aquella comunión con todo lo diverso. Comunión no significa identificarse,
sino acercarse con respeto y actitud de escucha. Es decir, no creyéndose ser
los portadores de la verdad. En este sentido, la espiritualidad de que hablamos
no es para separarnos sino para unirnos al mundo, al Planeta. El propósito
final está dentro y fuera de nosotros mismos; porque somos una unidad. No
podemos hablar de comunión si no estamos abiertos a unirnos con todos,
particularmente con lo diverso a como somos o creemos.
La comunión es lo que menos
existe por el predominio de las divisiones y odiosidades entre unos y otros.
Con frecuencia estas rivalidades son incentivadas en nombre del puritanismo, de
no mezclarse con lo malo. Sin embargo, es el espíritu de comunión el que nos va
a llevar al encuentro del otro. Ese encuentro solamente es posible si uno se
abre y se acerca al otro con actitud de respeto, humildad y de aprendizaje. O
sea, lejos de la prepotencia o creyéndose superior al otro por cualquier
motivo.
Apostar por la comunión en un
mundo tan dividido solo puede ser un desafío asumido por la espiritualidad. Es
un reto muy grande. Algo casi inverosímil, pero es el fin de la espiritualidad.
Por eso es necesaria cultivarla en cada ser y en todo hogar. Su ausencia es la
mayor pérdida aunque pase desapercibida o ignorada por la fuerza del bullicio
fuera y dentro de uno mismo. Cultivarla (la espiritualidad) se ha vuelto un
acto de valentía, porque es ir en contra de la corriente, o mejor, del huracán.
Por otras vías se ha intentado
lograr la unidad pero ha producido todo lo contrario. Hablamos de ideologías y
uso de la fuerza. Toda reacción genera más tensión. Para que el poder se
transforme en servicio es necesaria la espiritualidad. Una espiritualidad
independiente de las religiones y cuya fuente sea el ser humano. Su naturaleza.
Su esencia. Dicha condición solo es posible para el ser humano que la conozca y
viva si permanece unido a la tierra. Su ruptura con ella lo vuelve un ser
extraño a si mismo y al planeta. Es el peor camino que pueda tomar. En el se
aleja cada vez mas de si mismo, de su verdad, de su condición.
Es cierto que siempre se
ha promovido una desconfianza en el ser humano como tal; se ha visto en ese ser
un peligro. Entonces, han crecido las doctrinas y adoctrinamientos para de
alguna manera domesticarlo, mutilarlo, transformarlo. Todos estos esfuerzos han
sido en vano a nivel de sociedad. Con la excepción de casos
particulares, llamados santos o héroes.
En realidad somos seres
muy extraños, muy complejos. Somos seres que no somos sino que nos vamos
haciendo en el camino. Esta condición y experiencia generalmente es fuente de
mucha angustia; el hecho que no sabe a dónde va ni porque va, entonces todo se
convierte en un riesgo, en unos actos de fe. Y así se le pasa la vida. Por eso
mismo es individuo busca asociarse a otro ser de su especie pero del sexo
opuesto buscando su complementariedad, su unidad, su sentido..., que no
encuentra en sí mismo. A veces, cuenta con la buena estrella y la encuentra.
Constituyendo el mayor éxito de su vida porque puede dedicarse a vivir amando y
siendo amado.
5. Espiritualidad para el cambio. Efectivamente,
hablar de espiritualidad es hablar de cambio. Y la falta de espiritualidad
produce el estancamiento del desarrollo de la persona. La espiritualidad es un
motor para el cambio, para el desarrollo de procesos sin cesar. Ella acampana a
la novedad y la crea. Siendo de esta manera su gran aporte a la persona y a la
sociedad Precisamente la falta de personas espirituales hace que nuestra
sociedad se desconcierte y tome otros rumbos de consecuencias lamentables para
todos, incluyendo, por supuesto, la tierra con todos sus componentes y seres
vivos que contiene.
La espiritualidad no
puede ser para alimentar la rutina, el círculo vicioso que perdure hasta el día
de la muerte física. Si bien existe ese tipo de enfoques, que convoca a
bastante gente, pero al sondear en ellas nos damos cuenta que son personas que
no están convencidas sino que las mueve la fuerza de la costumbre, tradiciones
y porque no conocen otras alternativas porque se las ocultan o se las presentan
con juicios en contra y denigrantes.
Generalmente el cambio nos
produce temor; no quisiéramos cambio cuando creemos estar bien. Pero el cambio
constituye nuestra naturaleza. Y son un bien. La vida es un viaje que tiene un
inicio y un término. Sin embargo, a pesar que todos los días lo vemos, nos
negamos a admitirlo, aceptarlo de buena manera, sin drama. Entonces, la
espiritualidad es la energía que nos auxilia y nos vuelve capaces de admitir lo
que somos: seres temporales, seres en tránsito, seres haciéndonos.
Conclusión: Camino para adquirir la espiritualidad que
necesitamos. El camino es uno mismo. Es cierto que nos han ensenado a
desconfiar de nosotros mismos; mas es nuestra conciencia la única brújula
natural y divina para acertar en la elección de la senda a recorrer. Este
postulado está en todas las grandes religiones pero la práctica no se condice
con los principios. Lo cual también es un secreto a voces.
Está inscrito en todos los
seres cual es el camino hacia la vida y cual hacia la muerte. De lo que se
trata es guiarse por las mociones y no acallarlas con el ruido de las creencias
y de las ambiciones. A eso se le llama sabiduría. Entonces, sabiduría no es
saber muchas cosas sino practicar el bien. Por otra parte, siempre, si
buscamos, vamos a encontrar personas espirituales, personas sabias, personas
que van guiándose en sus acciones por su propia conciencia. Generalmente pasan
desapercibidas, no tienen grandes cargos, pero son responsables en su propio
ámbito. Entendiendo por responsabilidad su capacidad pro-activa y creadora para
vivir y trabajar, para ser ellos mismo y para vivir en comunidad.
Este es el tipo de ser
humano que hoy se necesita; es decir, que sea espiritual y no meramente
religioso. El desafío es de todos. Y la urgencia también es para todos. Es
probable que todavía estemos en tiempo para prevenir el caos ecológico y
social.
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