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Quien levanta al caído se levanta a si mismo
Algo renace en ambos
Y en el intercambio
de dones
Ocurre el milagro del amor.
Hay demasiado temor a mirar de forma misericordiosa
Y en el actuar tampoco se le da cabida
Por el error de creer que el amor es debilidad
Y la prepotencia es fortaleza.
¿Por qué la tierra nos puede humanizar?
Porque la tierra no nos agrede
Nos ensena a ser tolerantes, a tener paciencia
A no llevar cuenta de las ofensas
A saber esperar y no
cesar de hacer el
bien.
El futuro ronda buscando a quien ilusionar
Sacarlo del presente
Y llevarlo a lo incierto
Ante lo cual someter el presente con todo lo que le rodea.
EL PRESENTE Y FUTURO
DE UNA NUEVA MENTALIDAD
Hay cosas que no por sabidas se
hacen. Sabemos que son los niños y jóvenes de hoy los que serán los adultos del
mañana. Y el mañana por el que abogamos es que no sea como es el presente;
porque este presente no tiene futuro.
Si escucháramos a los niños y a
los jóvenes, aquellos que no estén todavía contaminados con nuestro pensamiento
y proceder. Ese proceder donde el otro está ausente; o está presente solo como
cliente o como adversario, pero nunca como hermano. Es decir como elemento
fundamental para nuestra existencia.
En este marco, el gran otro es la
tierra. Ese ser sobre el que estamos parados, pero que no hemos aprendido a
convivir con ella de forma fraterna y constructiva. Siendo el primer paso, para
este fin, el dejarnos interpelar por ese otro.
¿Qué se necesita para que este
milagro ocurra? Poner a un lado nuestra racionalidad aprendida, esa que nos
engaña haciéndonos creer que somos los únicos en medio del resto que no tiene y
no puede alcanzar nuestra gran privilegiada condición y posición. Y descubrir
que nuestra realidad es otra completamente distinta. Constatar la interdependencia
total de unos y otros, que nadie puede subsistir por sí mismo y por sí solo.
Que la sobrevivencia es el fruto de la mancomunión fraterna de unos y otros, y de todos. Aceptar
que todos somos alimento de los unos y los otros; y no solo que los otros
existen para ser nuestro alimento.
Este es el círculo no de muerte,
sino de vida. El haberlo roto, precisamente nos desvío del camino que nos ha
llevado a este presente invivible y sin futuro: mirándonos como especie y como
planeta.
Ahora bien, lo interesante de
este estado de cosas es el desafío que nace para crear caminos nuevos que
broten de una nueva espiritualidad y de la comunión fraterna y solidaria con el
planeta y con todas las especies. Camino en el que pueden estar ausentes los
niños y los jóvenes; y más bien, son ellos quienes deben de llegar a estar en
el centro de la focalización de la reflexión y acción de los adultos.
Las estrategias para convocarlos
deben de pasar a ser unan prioridad con la conciencia que son ellos los adultos
de mañana que está ahí mismo… no hay tiempo que perder. Una de las
oportunidades que las nuevas ideas son convocantes y pueden atraer el
compromiso de las nuevas generaciones. Visita a escuelas, talleres, actividades
lúdicas y artísticas ya deben estarse planificando para su pronta realización.
José
Leandro flores
25 de
junio de 2017
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