sábado, 1 de octubre de 2011

El mar de la existencia está siempre en movimiento dentro de mí. Contiene una fuerza inmensa que se hace sentir con una contundencia que me deja ensimismado. Su fuerza anima el cuerpo, y lo induce a crear, producir volar. Es la maravilla del silencio que habla y contempla horizontes si fin. Es la dimensión del amor concretizada en servicio y solidaridad. Es la plenitud de la visión profunda, sentida, presente.
Uno se puede ver con los ojos cerrados. Contemplarse desde fuera, aceptarse y perdonarse. Es la maravilla de la comunión.
Esta plenitud no se puede describir con palabras, solamente sentirla y adentrarse en ella como en un océano de luz y de silencio.

Siento que trabajo para tener este privilegio de vivir. De contemplar. De sentir. Y orar.
Es trabajo no es un fin, sino un medio para este banquete. Con el fruto del trabajo me alimento. Y me sirve también para expresarme y para entregarme. El trabajo es el canal de expresión de mi silencio orante, contemplante y receptor.

La música me envuelve y yo envuelvo la música. El misterio me envuelve y yo envuelvo el misterio. Y somos uno. Unidad plena. Amor profundo. Silencio lleno de paz y de amor.

Desde esta cuna del silencio acompaño a los líderes, a los emprendedores, a todos los preactivos que están haciendo caminos y avanzando hacia un mundo más humano y más divino. Para esta comunión no se necesita de medios técnicos, porque está la energía misma del amor que nos vincula y hacer ser uno solo. Un solo cuerpo y un solo espíritu.

Este momento es de experiencia culmen. Es de plenitud. Es la unión del cielo con la tierra. Del pasado con el presente. Y del presente con el futuro. Todo es un presente revelador y de gracia infinita.

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